Cayendo como una fila de fichas domino, el 2 de julio de 1997 las relativamente emergentes economías de los “tigres asiáticos” dierón un ejemplo perfecto de la interdependencia de los mercados de capitales globales y sus efectos subsiguientes en los foros monetarios internacionales.
Tras varias rupturas fundamentales, parece ser que el contagio se debió en gran parte a practicas de prestamos protegidos, los mayores déficit comerciales y la inmadurez de los mercados de capitales.
Juntos estos factores contribuyerón a formar una “tormenta perfecta” que dejo en la impotencia a los principales mercados regionales é hizo que monedas que antes eran bien valoradas se devaluaran a niveles muy inferiores.
Durante este periodo de tiempo, las fluctuaciones del mercado de divisas sufrieron un impacto negativo, con efectos adversos que repercutierón rápidamente en los mercados de valores.
Hasta 1997, los inversores habían recurrido cada vez más a las perspectivas de inversión en Asia, centrándose en el desarrollo de bienes inmuebles y acciones locales.
Como resultado, los capitales de inversión extranjera entrarón a raudales a la región, y los índices de crecimiento aumentarón gracias a la mayor producción en países como Malasia, Filipinas, Indonesia y Corea del Sur.
Tailandia, cuya moneda es el baht, tuvo un índice de crecimiento de 13% en 1988 (que en 1996 ya era un 6,5%), la aplicación de una paridad de cambio fijo con el dólar estadounidense, dio solidez adicional para que la economía siguiera obteniendo prestamos.
Con este valor fijo, países como Tailandia podían asegurar estabilidad financiera en sus propios mercados y un tipo constante para exportar a la mayor economía del mundo.
Finalmente los datos fundamentales subyacentes justificarón la apreciación de las monedas nacionales, y aumentarón las posiciones especulativas en espera de alzas adicionales.
Sin embargo, a principios de 1997 habia comenzado a producirse un cambio de animo, ya que los déficit de cuentas internacionales se habían tornado cada vez más difíciles de manejar por los gobiernos respectivos, y quedo en evidencia que las practicas de otorgamiento de prestamos estaban perjudicando la infraestructura económica.
En particular, a los economistas les preocupaba el hecho de que el déficit de cuenta corriente de Tailandia había llegado en 1996 a 14.700 millones de dolares (había estado creciendo desde 1992).
Aunque, en comparación, era menor que el déficit de Estados Unidos, la brecha representaba un 8% del producto interno bruto del país.
Las practicas de otorgamiento de prestamos protegidos también contribuyerón de manera importante a esta ruptura a la baja, ya que las estrechas relaciones personales de los prestatarios con altas autoridades de los bancos, eran muy beneficiosas y sorprendentemente comunes en toda la región.
Este aspecto afecto a muchos de los conglomerados surcoreanos que tenían un alto apalancamiento, ya que los valores totales de prestamos incobrables llegarón a un 7,5% del producto interno bruto.
En las instituciones financieras de todo Japón se pòdian encontrar evidencias adicionales de estas practicas.
Tras anunciar un total de 136.000 millones de dólares en prestamos cuestionables é incobrables en 1994, las autoridades Japonesas la alarmante suma de 400.000 millones de dólares un año mas tarde.
Junto con un mercado de valores que estaba en dificultades, la bajada de los precios de los bienes inmuebles y las radicales desaceleraciones en la economía, los inversores vieron una oportunidad en un yen que se depreciaba, añadiendo con ello presión de venta a las monedad vecinas.
Cuando la Burbuja Japonesa estallo, los precios de los activos cayeron en 10 billones de dólares, y la caída de los precios de los bienes raíces constituyo casi el 65% del declive total, equivalente a dos años de producto nacional.
Esta caída en los precios de los activos fue el detonante de la crisis bancaria en Japón, comenzó a principios de los años 90 y luego se convirtió en una crisis abierta en todo el sistema en 1997, tras la quiebra de varias instituciones financieras de alto perfil.
En respuesta, las autoridades monetarias japonesas advirtieron que podían aumentar los tipos de interés de referencia, con la esperanza de defender la valoración de su moneda local.
Lamentablemente, estas afirmaciones nunca se hicierón realidad, y poco después ocurrió la caida en cadena.
Detonada principalmente por el anuncio de que se haría flotar el baht Tailandes, la bola de nieve fue creciendo a medida que las reservas bancarias se evaporaban y los niveles de los precios de las monedas se volvían insostenibles ante la presión de venta a la baja.
Tras una especulación masiva de ventas cortas y algunos intentos de intervención, las economías asiáticas mencionadas quedaron en la ruina, momentáneamente incapaces de reaccionar.
El bahl tailandes, que alguna vez había sido una preciada posesión, se devaluo en un 48%, cayendo incluso hasta cerca de un 100% hacia finales de año. La rupia de indonesia fue la moneda que recibió el embate más duro.
Relativamente estable antes del establecimiento de una “paridad móvil” con el baht tailandes, la rupia cayo un increíble 228% con respecto a su valor mas alto anterior, de 12,950 por dólar estadounidense fijo.
La crisis financiera de 1997-1998 revelo la interconexión de las economías y sus efectos en los mercados monetarios mundiales.
Ademas, mostró la incapacidad de los bancos centrales de intervenir con éxito en las valoraciones de las monedas cuando se veian enfrentados a fuerza de mercado abrumadoras, sin contar al mismo tiempo con datos fundamentales económicos seguros.
Hoy, con la ayuda de los planes de reparación del FMI y la implementación de exigencias más estrictas, los cuatro pequeños dragones asiáticos agitan las alas nuevamente.
Con valores de referencia para la inflación y un mercado de exportaciones que renace, el Sudeste Asiatico está reconstruyendo su anterior estatura entre las regiones económicas industrializadas del mundo.
Habiendo tenido la experiencia de ver como sus reservas desaparecían ante sus narices, los tigres asiáticos ahora están tomando medidas activas para asegurarse de tener una una gran cantidad de ellas al menos en el caso de que los especuladores intenten atacar sus monedas nuevamente.
Tras varias rupturas fundamentales, parece ser que el contagio se debió en gran parte a practicas de prestamos protegidos, los mayores déficit comerciales y la inmadurez de los mercados de capitales.
Juntos estos factores contribuyerón a formar una “tormenta perfecta” que dejo en la impotencia a los principales mercados regionales é hizo que monedas que antes eran bien valoradas se devaluaran a niveles muy inferiores.
Durante este periodo de tiempo, las fluctuaciones del mercado de divisas sufrieron un impacto negativo, con efectos adversos que repercutierón rápidamente en los mercados de valores.
Hasta 1997, los inversores habían recurrido cada vez más a las perspectivas de inversión en Asia, centrándose en el desarrollo de bienes inmuebles y acciones locales.
Como resultado, los capitales de inversión extranjera entrarón a raudales a la región, y los índices de crecimiento aumentarón gracias a la mayor producción en países como Malasia, Filipinas, Indonesia y Corea del Sur.
Tailandia, cuya moneda es el baht, tuvo un índice de crecimiento de 13% en 1988 (que en 1996 ya era un 6,5%), la aplicación de una paridad de cambio fijo con el dólar estadounidense, dio solidez adicional para que la economía siguiera obteniendo prestamos.
Con este valor fijo, países como Tailandia podían asegurar estabilidad financiera en sus propios mercados y un tipo constante para exportar a la mayor economía del mundo.
Finalmente los datos fundamentales subyacentes justificarón la apreciación de las monedas nacionales, y aumentarón las posiciones especulativas en espera de alzas adicionales.
Sin embargo, a principios de 1997 habia comenzado a producirse un cambio de animo, ya que los déficit de cuentas internacionales se habían tornado cada vez más difíciles de manejar por los gobiernos respectivos, y quedo en evidencia que las practicas de otorgamiento de prestamos estaban perjudicando la infraestructura económica.
En particular, a los economistas les preocupaba el hecho de que el déficit de cuenta corriente de Tailandia había llegado en 1996 a 14.700 millones de dolares (había estado creciendo desde 1992).
Aunque, en comparación, era menor que el déficit de Estados Unidos, la brecha representaba un 8% del producto interno bruto del país.
Las practicas de otorgamiento de prestamos protegidos también contribuyerón de manera importante a esta ruptura a la baja, ya que las estrechas relaciones personales de los prestatarios con altas autoridades de los bancos, eran muy beneficiosas y sorprendentemente comunes en toda la región.
Este aspecto afecto a muchos de los conglomerados surcoreanos que tenían un alto apalancamiento, ya que los valores totales de prestamos incobrables llegarón a un 7,5% del producto interno bruto.
En las instituciones financieras de todo Japón se pòdian encontrar evidencias adicionales de estas practicas.
Tras anunciar un total de 136.000 millones de dólares en prestamos cuestionables é incobrables en 1994, las autoridades Japonesas la alarmante suma de 400.000 millones de dólares un año mas tarde.
Junto con un mercado de valores que estaba en dificultades, la bajada de los precios de los bienes inmuebles y las radicales desaceleraciones en la economía, los inversores vieron una oportunidad en un yen que se depreciaba, añadiendo con ello presión de venta a las monedad vecinas.
Cuando la Burbuja Japonesa estallo, los precios de los activos cayeron en 10 billones de dólares, y la caída de los precios de los bienes raíces constituyo casi el 65% del declive total, equivalente a dos años de producto nacional.
Esta caída en los precios de los activos fue el detonante de la crisis bancaria en Japón, comenzó a principios de los años 90 y luego se convirtió en una crisis abierta en todo el sistema en 1997, tras la quiebra de varias instituciones financieras de alto perfil.
En respuesta, las autoridades monetarias japonesas advirtieron que podían aumentar los tipos de interés de referencia, con la esperanza de defender la valoración de su moneda local.
Lamentablemente, estas afirmaciones nunca se hicierón realidad, y poco después ocurrió la caida en cadena.
Detonada principalmente por el anuncio de que se haría flotar el baht Tailandes, la bola de nieve fue creciendo a medida que las reservas bancarias se evaporaban y los niveles de los precios de las monedas se volvían insostenibles ante la presión de venta a la baja.
Tras una especulación masiva de ventas cortas y algunos intentos de intervención, las economías asiáticas mencionadas quedaron en la ruina, momentáneamente incapaces de reaccionar.
El bahl tailandes, que alguna vez había sido una preciada posesión, se devaluo en un 48%, cayendo incluso hasta cerca de un 100% hacia finales de año. La rupia de indonesia fue la moneda que recibió el embate más duro.
Relativamente estable antes del establecimiento de una “paridad móvil” con el baht tailandes, la rupia cayo un increíble 228% con respecto a su valor mas alto anterior, de 12,950 por dólar estadounidense fijo.
La crisis financiera de 1997-1998 revelo la interconexión de las economías y sus efectos en los mercados monetarios mundiales.
Ademas, mostró la incapacidad de los bancos centrales de intervenir con éxito en las valoraciones de las monedas cuando se veian enfrentados a fuerza de mercado abrumadoras, sin contar al mismo tiempo con datos fundamentales económicos seguros.
Hoy, con la ayuda de los planes de reparación del FMI y la implementación de exigencias más estrictas, los cuatro pequeños dragones asiáticos agitan las alas nuevamente.
Con valores de referencia para la inflación y un mercado de exportaciones que renace, el Sudeste Asiatico está reconstruyendo su anterior estatura entre las regiones económicas industrializadas del mundo.
Habiendo tenido la experiencia de ver como sus reservas desaparecían ante sus narices, los tigres asiáticos ahora están tomando medidas activas para asegurarse de tener una una gran cantidad de ellas al menos en el caso de que los especuladores intenten atacar sus monedas nuevamente.
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